Sentidos enredados

La hora del postre siempre es mi preferida... Es el momento en que todo el mundo ya ha bebido algunas copas de más, comienza a crear lazos con la gente, al ambiente es más distendido... Además me encanta porque mi madre es la mejor pastelera del mundo y cuando era pequeño siempre esperaba con impaciencia el final de la comida para ver que sorpresa azucarada había preparado para mí. Si a eso le sumas el hecho de que el chef nos ha preparado más de una veintena de especialidades, el postre cobra aún más valor.
No sabía por cuál decantarme y es que entre tartas al limón, cremas catalanas y demás, la elección ha sido complicada. Al final he decidido coger el que no conocía, el más extraño, ya que corresponde bien a mi personalidad. Cuando le he preguntado al chef de que postre se trataba me ha contado que era una especialidad de Australia que se llama Pavlova y hasta me ha dado la receta para hacerlo en casa.
Cuando he vuelto a la mesa Dora estaba conversando con Luciano. ¡La próxima vez tengo que ser más rápido en elegir las cosas!
Bueno, al menos mi Pavlova me está esperando y sé que ella no me va a abandonar... Siento un pequeño aroma a alcohol, estoy seguro de que el chef ha echado algún tipo de licor en el postre. Bueno ¿qué más da? Por mis venas ya corre la cantidad suficiente de alcohol como para tener que pedir un taxi para irme a casa.
Dora acaba de llegar con su postre, la conversación se anima y me propone ir a su casa después de cenar. Dios mío, ¡creo que me voy a desmayar! Hace tanto tiempo que no estoy con una mujer... No, Casimiro, ¡te estás desmayando de verdad! ¿Qué está pasando? Comienzo a ver borroso, la gente comienza a hablar y oigo a lo lejos la palabra veneno. Es la última palabra que oigo antes de comenzar mi último viaje...